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¿Quién paga las crisis económicas?


Las crisis económicas, esos terremotos financieros que sacuden los cimientos de nuestra realidad material, tienen un impacto desigual en los diferentes sectores de la sociedad. Mientras algunos actores logran salir relativamente intactos o incluso fortalecidos, otros cargan con el peso de las consecuencias durante años. Recordemos que la riqueza siempre esta cambiando de manos. Aunque las dinamicas de ampliación de la masa monetaria existen, no es lo mismo inflación que producción de riqueza. Esta asimetría en la distribución de los costos no es ccidental, sino que refleja las estructuras de poder económico y político que forman parte de nuestras sociedades.


Las crisis económicas rara vez son eventos espontáneos. Aunque los libros de texto suelen presentarlas como resultados inevitables de ciclos económicos o choques externos, la realidad es más compleja. La mayoría de las crisis modernas tienen su rigen en una combinación de decisiones humanas, incentivos mal alineados y fallos regulatorios. Ahí viene el problema, que a pesar de lo que sabemos, siguen y parece que seguiran sucediendo.


Tomemos como ejemplo la crisis financiera más famosa de la historia, la de 2008. Aunque se suele hablar de una "tormenta perfecta" de factores, en su núcleo encontramos decisiones concretas: bancos que crearon productos financieros altamente riesgosos, agencias calificadoras que les otorgaron ratings favorables, reguladores que miraron hacia otro lado, y un sistema de incentivos que recompensaba los resultados a corto plazo sin considerar los riesgos sistémicos. ¿No suena muy accidental ni natural, verdad?


Los bancos y las instituciones financieras juegan su papel en estos escenarios. Al operar con altos niveles de apalancamiento (utilizando pequeñas cantidades de capital propio y grandes cantidades de dinero prestado), pueden generar ganancias extraordinarias en tiempos de bonanza, pero también magnifican las pérdidas cuando las cosas van mal. Lo preocupante es que, en muchos casos, estas entidades tienen la seguridad implícita de que serán rescatadas si sus apuestas salen mal, lo que crea un problema de riesgo moral: los beneficios se privatizan, mientras que las pérdidas se socializan.


Por eso no esta mal decir que "En el juego financiero, algunos participantes tienen la cancha inclinada a su favor". Esta asimetría es la semilla de muchas crisis.


Transmisión del costo: de la banca al ciudadano común


Cuando estalla una crisis, se activa un mecanismo casi automático de transferencia de costos. Las instituciones financieras, que suelen estar en el epicentro del problema, rápidamente trasladan las consecuencias hacia abajo en la cadena económica. Por eso existe un fallo regulatorio por diseño en el impacto de las crisis economicas hacia los ciudadanos menos involucrados en el sistema financiero.


Esta transmisión se da a través de diversos canales. Los bancos recortan el crédito, lo que afecta a las empresas que dependen de financiamiento para operar y crecer. Estas empresas, a su vez, responden reduciendo inversiones, recortando empleos o disminuyendo salarios. Los gobiernos, presionados para rescatar a instituciones "demasiado grandes para quebrar", implementan medidas de falsa austeridad que afectan los servicios públicos.


El resultado es que quienes menos tuvieron que ver con la creación de la crisis acaban soportando una parte desproporcionada de su costo. El ciudadano promedio experimenta esta transferencia en forma de desempleo, reducción del poder adquisitivo, pérdida de viviendas o ahorros, y deterioro de los servicios públicos. ¿Y qué pasa cuando esto sucede una y otra vez de forma sistematica y cada vez con mayor recurrencia? La desaparición de las clases medias.


Lo más irónico de este proceso es que, mientras los responsables de la crisis suelen recuperarse rápidamente (con ayuda de rescates gubernamentales o políticas monetarias expansivas), las familias trabajadoras frecuentemente tardan años o incluso décadas en recuperar su nivel de vida anterior. Esta asimetría es lo que genera esa sensación persistente de que "las reglas son diferentes para cada jugador”.


Los gobiernos ocupan una posición paradójica durante las crisis económicas. Por un lado, se presentan como los salvadores que intervienen para evitar un colapso total. Por otro, sus políticas previas y respuestas durante la crisis pueden profundizar los problemas o crear nuevas vulnerabilidades


Cuando los gobiernos rescatan a bancos e instituciones financieras utilizando fondos públicos, envían un mensaje contradictorio. Mientras promueven la idea de que los mercados deben operar libremente, intervienen selectivamente para proteger a ciertos actores. Estos rescates, aunque a veces necesarios para evitar un daño mayor, refuerzan la percepción de que existe un "capitalismo para los pobres y socialismo para los ricos". No pretendo aquí transformar las ideologías de las personas, solo exponer hechos evidenciables.


Sumemos que, los gobiernos frecuentemente son cómplices en la creación de condiciones que conducen a las crisis. La desregulación excesiva, la negligencia en la supervisión financiera, y las políticas que favorecen la especulación sobre la economía productiva crean un terreno fértil para la inestabilidad, sin mencionar la cada vez más presente falta de estado de derecho en países como el nuestro.


La realidad es que los gobiernos no son árbitros neutrales, sino actores con sus propios intereses y presiones. El poder busca conservarse a si mismo, por eso, las decisiones que toman durante las crisis reflejan el equilibrio de poder político y económico dentro de la sociedad, lo que explica por qué a menudo parecen favorecer a los más poderosos. Como dijo el economista Joseph Stiglitz: "Tenemos un sistema en el que se privatiza las ganancias y se socializa las pérdidas".


Aunque todos los segmentos de la sociedad sienten los efectos de las crisis económicas, la clase media (en desaparición) suele llevar una carga especialmente pesada. Esto no es casualidad, sino el resultado de su posición vulnerable dentro del sistema económico.


La clase media es particularmente dependiente del buen funcionamiento de los mercados laborales y financieros. Sus miembros típicamente derivan la mayor parte de sus ingresos de salarios (a diferencia de los más ricos, que obtienen ingresos de la renta de su capital) y tienen una parte importante de su riqueza vinculada a activos como viviendas e inversiones. Cuando llega una crisis, estos pilares se tambalean simultáneamente.


Durante la ya mencionada crisis del 2008, por ejemplo, las familias de clase media no solo enfrentaron la pérdida de empleos, sino también el colapso del valor de sus viviendas, que a menudo representaban la mayor parte de su patrimonio. Mientras tanto, aunque los mercados de valores cayeron inicialmente, se recuperaron relativamente rápido gracias a las políticas monetarias expansivas, beneficiando a quienes tenían carteras diversificadas y capacidad para mantener sus inversiones.


Sumemos la realidad de que la clase media carece tanto del colchón financiero de los más ricos como del acceso a ciertas redes de seguridad social disponibles para los más vulnerables. Como suele decirse en medio de las crisis sobre las clases medias, "demasiado rica para recibir ayuda, pero no lo suficiente para estar a salvo".


En última instancia y no menos relevante, las crisis económicas continúan funcionando como mecanismos de transferencia de riqueza, aunque si, muchas veces desde la clase media hacia arriba y acelerando tendencias de desigualdad que ya estaban en marcha durante los períodos de bonanza, también traen oportunidades para la innovación empresarial y para adquirir activos que valen la pena sostenter a largo plazo, a un precio de descuento… Factor importante si tomamos en cuenta que “la ganancia esta en el momento de la compra”.


Las crisis económicas no afectan a todos de la misma manera, eso es evidente, y la distribución de sus costos refleja las estructuras de poder existentes. La pregunta que nos debemos hacer es si las podremos cambiar algún día.


Expongo esta situación con el afán de ampliar el espectro de comprensión de lo que son las crisis económicas, para que dejemos de culpar a un solo presidente o partido político de las mismas, y también, nunca viene mal apelar un poco a la conciencia de clases que tanta falta nos hace en un mundo cada vez más distraido y ambicioso.


Y tú, ¿Crees que estamos construyendo un sistema económico más resistente a las crisis, o simplemente preparando el terreno para la próxima transferencia masiva de riqueza?



Diego Alcalá,  Director Operativo en Comprando América

 
 
 

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