Cuando el dinero vale menos
- Diego Alcalá
- hace 12 minutos
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El mes pasado, mientras explicaba a un cliente por qué sus "ahorros seguros" en certificados bancarios habían perdido 15% de poder adquisitivo en tres años, me enfrenté a una expresión que he visto demasiadas veces: incredulidad seguida de enojo. "Pero mis estados de cuenta muestran que gané dinero", insistía. Ese momento explica el problema más grande que enfrentamos como sociedad: hemos sido entrenados para confundir números crecientes con riqueza creciente.
Decía Hazlitt que: "La inflación es una forma de impuesto que puede ser impuesta sin legislación." Lo que Hazlitt no anticipó es que este impuesto silencioso se volvería la herramienta de política económica preferida de prácticamente todos los gobiernos modernos. Estamos viviendo el experimento monetario más grande de la historia humana, y los resultados preliminares no son alentadores para quienes mantengan fe ciega en las monedas fiduciarias.
La devaluación de las monedas fiduciarias no es un accidente, es una característica inherente del sistema. Cuando los bancos centrales enfrentan cualquier crisis económica, su respuesta refleja es la misma: expandir la oferta monetaria. Esta práctica, que comenzó como medida de emergencia en 1971 cuando Nixon rompió los últimos lazos del dólar con el oro, se ha convertido en la operación estándar.
Este patrón se repite consistentemente durante las últimas dos décadas. La crisis de las punto-com en 2000, la crisis financiera de 2008, la pandemia de 2020, y ahora las tensiones geopolíticas actuales. Cada crisis se "resuelve" con la misma receta: tasas de interés más bajas y más dinero circulando en el sistema. El problema es que este dinero adicional no desaparece cuando la crisis pasa, permanece en el sistema, diluyendo el valor de cada peso, dólar o euro existente.
Cuando escuchamos que "los precios subieron," la realidad es exactamente la opuesta: el dinero perdió valor. Una casa no se volvió intrínsecamente más valiosa porque ahora cuesta el doble, simplemente necesitas el doble de unidades monetarias devaluadas para comprarla. Es como si hubieran cambiado la regla del metro por una regla más corta y luego se sorprendieran de que todo "mida más."
Esta dinámica crea una ilusión peligrosa. Las personas ven números más grandes en sus cuentas bancarias y se sienten más ricas, sin darse cuenta de que esos números representan menos poder adquisitivo real. Es el equivalente financiero de sentirse más alto porque alguien movió el piso hacia abajo.
Existe una resistencia cultural a discutir abiertamente la devaluación monetaria sistemática. Esta resistencia tiene raíces tanto políticas como psicológicas. Políticamente, ningún gobierno quiere admitir que está empobreciendo sistemáticamente a sus ciudadanos a través de políticas monetarias. Es mucho más conveniente culpar a "especuladores," "empresarios codiciosos," o "factores externos" por el aumento de precios.
Psicológicamente, reconocer que nuestro dinero pierde valor constantemente requiere abandonar creencias sobre seguridad financiera que nos fueron inculcadas desde la infancia. La idea de que "ahorrar en el banco es seguro" es tan básica en nuestra educación financiera que cuestionarla genera ansiedad existencial.
He notado que quienes mejor entienden esta realidad suelen ser empresarios que manejan inventarios extensos o profesionales que trabajan directamente con materias primas. Ellos ven de primera mano cómo los costos de producción suben sistemáticamente, no por escasez real sino por devaluación monetaria. Un constructor que compra cemento regularmente entiende intuitivamente lo que un oficinista que solo ve su salario depositado mensualmente no logra captar.
La industria financiera también tiene incentivos perversos para mantener esta confusión. Es más rentable vender productos "seguros" con comisiones garantizadas que educar a los clientes sobre por qué esos productos pueden destruir patrimonio en términos reales. Como dice el refrán: "Es difícil hacer que alguien entienda algo cuando su salario depende de no entenderlo."
Mirando hacia adelante, identifico tres escenarios principales para las monedas fiduciarias. El primero es la continuación del deterioro gradual que hemos experimentado durante décadas. En este escenario, las monedas principales pierden entre 4% y 8% de poder adquisitivo anualmente. Parece "manejable," pero significa que el poder adquisitivo se reduce a la mitad cada 10 años aproximadamente. Es la muerte lenta pero segura del valor monetario.
El segundo escenario involucra una aceleración de este proceso. Aquí estamos hablando de inflación de dos dígitos sostenida, similar a lo que experimentaron muchos países en los años 70 y 80. Este escenario se vuelve más probable a medida que los déficits fiscales crecen y los bancos centrales se ven obligados a monetizar más deuda gubernamental. En este caso, quienes mantengan ahorros en efectivo o instrumentos de bajo rendimiento verán evaporarse su patrimonio en cuestión de años, no décadas.
El tercer escenario, aunque menos probable en el horizonte inmediato, es un colapso monetario más generalizado que fuerce una restructuración fundamental del sistema financiero global. Históricamente, todos los experimentos con monedas fiduciarias han terminado en fracaso. El sistema actual, que data de 1971, no tiene por qué ser la excepción a esta regla histórica.
Lo que me preocupa particularmente es que los arquitectos de la política monetaria parecen atrapados en un ciclo donde cada crisis requiere intervenciones más dramáticas que la anterior. Cada "rescate" necesita más dinero nuevo, cada estímulo debe ser más agresivo, cada expansión del balance de los bancos centrales debe ser más grande. Este patrón no es sostenible indefinidamente.
En este contexto, la preservación patrimonial requiere una perspectiva diferente sobre qué constituye riqueza real. La riqueza verdadera no se mide en la cantidad de dinero que posees, sino en los activos productivos y tangibles que controlas. Este cambio representa una revolución conceptual para muchos inversionistas acostumbrados a pensar en términos de "cuánto dinero tengo."
Los activos tangibles tienen una característica fundamental: su utilidad y valor no dependen de las decisiones de burócratas monetarios. Una propiedad bien ubicada seguirá proporcionando vivienda sin importar cuántos billetes imprima el banco central. Una empresa productiva continuará generando bienes y servicios que la gente necesita. Una hectárea de tierra fértil seguirá produciendo alimentos independientemente de las políticas monetarias del momento.
He visto cómo inversionistas que adoptaron esta perspectiva hace una década han no solo preservado sino multiplicado su patrimonio real, mientras que aquellos que mantuvieron estrategias "conservadoras" basadas en efectivo y bonos han experimentado una erosión sistemática de su posición financiera. La ironía es que lo que se considera "conservador" en el contexto actual es, en realidad, una estrategia de empobrecimiento gradual garantizado.
"Durante la inflación, todos los que tienen dinero pierden, y todos los que tienen deudas y activos reales ganan." Esta observación, hecha hace casi un siglo, es más relevante hoy que nunca. En un mundo donde las autoridades monetarias han demostrado repetidamente su disposición a sacrificar el valor de las monedas para mantener estabilidad política de corto plazo, la única protección real proviene de poseer cosas que la gente necesitará independientemente de qué tan devaluada esté la moneda del momento.
Esta transición requiere abandonar la ilusión de que existe tal cosa como "dinero seguro" en horizontes de tiempo largos. En un mundo donde los guardianes del sistema monetario han mostrado que priorizarán la conveniencia política sobre la integridad monetaria, la verdadera seguridad solo puede encontrarse en activos que mantengan su utilidad y valor sin importar qué experimentos monetarios decidan implementar los bancos centrales.
Y tú, ¿Has analizado qué porcentaje de tu patrimonio está verdaderamente protegido contra la devaluación monetaria sistemática, o sigues confiando en que unidades de monedas en declive preservarán tu poder adquisitivo durante las próximas décadas?
Diego Alcalá, Director Operativo en Comprando América




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