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Riesgo vs incertidumbre



La diferencia entre riesgo e incertidumbre fue señalada por primera vez por el economista Frank Knight en 1921, quien argumentó que el riesgo es una situación donde, aunque desconocemos el resultado específico, podemos identificar todas las posibilidades y asignarles probabilidades. La incertidumbre, por otro lado, representa aquellas situaciones donde ni siquiera podemos enumerar todos los posibles resultados, mucho menos asignarles probabilidades confiables.


En términos más sencillos: cuando lanzamos un dado, enfrentamos riesgo. No sabemos qué número saldrá, pero conocemos los posibles resultados (1 al 6) y sus probabilidades (1/6 para cada uno). En contraste, cuando entramos en un mercado completamente nuevo, enfrentamos incertidumbre, no solo desconocemos las probabilidades, sino que ni siquiera podemos anticipar todos los escenarios posibles. El riesgo puede ser calculado, modelado y, en muchos casos, mitigando. La incertidumbre, por su naturaleza, es mucho más difícil de manejar y requiere un enfoque diferente.


En las finanzas tradicionales, hemos desarrollado todo un arsenal de herramientas para medir y gestionar el riesgo. Utilizamos métricas como la desviación estándar, el Value at Risk (VaR), los ratios de Sharpe o Sortino, y modelos de valoración como el CAPM (Capital Asset Pricing Model) para cuantificar los riesgos.


Estos modelos se basan en datos históricos y supuestos sobre la distribución de probabilidades. Por ejemplo, podemos calcular que una inversión en el S&P 500 tiene una volatilidad histórica de aproximadamente 20% anual, lo que nos da una idea del rango de posibles rendimientos. De hecho, casi todas las decisiones de inversión institucionalizadas se basan en estos modelos cuantitativos que intentan poner número a lo desconocido.


Mientras que la incertidumbre es inherentemente imposible de medir con estas herramientas. Como dijo Nassim Taleb, estamos constantemente expuestos a eventos "desconocidos desconocidos" – cosas que ni siquiera sabemos que no sabemos. La pandemia de COVID-19 es un ejemplo perfecto: ningún modelo de riesgo tradicional podría haber predicho con precisión su tiempo, escala o impacto en los mercados globales.


Aquí está la trampa: nuestras herramientas financieras están diseñadas para manejar el riesgo, pero frecuentemente las aplicamos a situaciones de verdadera incertidumbre, como si fueran lo mismo. Si bien no podemos medir la incertidumbre como medimos el riesgo, sí podemos aplicar estrategias para avegar mejor en entornos inciertos. Estas estrategias generalmente no se basan en cálculos precisos, sino en principios más amplios:


Primero pensemos en términos de robustez y antifragilidad, podemos diseñar sistemas y portafolios que no solo sobrevivan, sino que puedan beneficiarse de la volatilidad y los eventos inesperados. La diversificación verdadera (no solo entre cciones, sino entre clases de activos no correlacionados) es un ejemplo.


Podemos optar por la opcionalidad, que implica mantener flexibilidad y crear opciones para adaptarse a escenarios imprevistos. Esto puede significar mantener una reserva de efectivo, o también tenemos la opción de la experimentación iterativa, que en entornos de incertidumbre, el enfoque de "probar y aprender" es más efectivo que los planes rígidos. Comenzar con inversiones pequeñas que se pueden ampliar si funcionan bien es mejor.


Sin dejar a un lado la inversión en conocimiento, la información y las conexiones son recursos valiosos en entornos inciertos, nos permiten adaptarnos más rápidamente a circunstancias cambiantes. Como dijo Howard Marks, "No podemos predecir, pero podemos prepararnos". La gestión de la incertidumbre es menos sobre predicción y control, y más sobre preparación y adaptabilidad.


En términos de similitudes, tanto el riesgo como la incertidumbre requieren cierto nivel de humildad. Ambos nos recuerdan que el futuro no está bajo nuestro control, y que debemos estar preparados para resultados distintos a los esperados. Asimismo, tanto en situaciones de riesgo como de incertidumbre, la diversificación sigue siendo un principio valioso. Hay diferencias en cómo debemos abordar las decisionesen riesgo vs incertidumbre:


Bajo riesgo, los modelos cuantitativos, el análisis de escenarios y las estrategias de cobertura suelen ser mejores. Podemos utilizar la información histórica para informar nuestras decisiones actuales con relativa confianza. Las decisiones pueden ser más metódicas y basadas en cálculos. En mi experiencia, la mayoría de las inversiones tradicionales caen en esta categoría, donde el "juego" es bastante conocido, aunque los resultados específicos no lo sean.


Bajo incertidumbre, el pensamiento cualitativo, la intuición y los principios generales cobran mayor importancia. La heurística (reglas prácticas) puede ser más útil que los modelos complejos. Las decisiones tienden a ser más experimentales y adaptativas. Este es el terreno del emprendimiento temprano, la inversión en tecnologías emergentes o la entrada en mercados inexplorados.


Entonces, bajo riesgo, buscamos optimizar; bajo incertidumbre, buscamos sobrevivir y mantener opciones para aprovechar oportunidades inesperadas. Como inversionistas, nuestro trabajo es discernir continuamente cuándo estamos enfrentando riesgo (donde los modelos tradicionales funcionan) y cuándo estamo enfrentando incertidumbre (donde necesitamos un enfoque diferente).


Y tú, ¿Eres consciente de la diferencia entre riesgo e incertidumbre en tus decisiones financieras?



Diego Alcalá,  Director Operativo en Comprando América

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