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Fragilidad financiera


La fragilidad financiera no es un concepto que aparezca frecuentemente en las discusiones sobre dinero, pero entenderlo es importante para proteger nuestro patrimonio. A medida que navegamos en un mundo económico cada vez más complejo e interconectado, la capacidad de identificar y mitigar esta fragilidad se vuelve una habilidad necesaria para cualquier persona u organización que busque estabilidad a largo plazo.


La fragilidad financiera puede definirse como un estado de vulnerabilidad ante choques económicos, donde incluso perturbaciones relativamente pequeñas pueden provocar consecuencias graves o catastróficas. ¿Te suena? Es un concepto introducido por economistas como Hyman Minsky y posteriormente expandido por pensadores como Nassim Taleb, quien lo contrapone a la robustez y la antifragilidad.


Para las personas, la fragilidad financiera se manifiesta cuando un evento inesperado como una emergencia médica, la pérdida del empleo, el cierre de mi empresa o una reparación costosa puede desestabilizar completamente su situación económica. Es ese sentimiento de estar perpetuamente al borde del recipicio financiero, donde cualquier tropiezo puede desencadenar una crisis.


En el caso de las empresas, la fragilidad aparece cuando operan con márgenes demasiado ajustados, dependen excesivamente de un solo cliente o proveedor, o mantienen niveles de deuda que solo son sostenibles en condiciones óptimas de mercado. Detengamonos a pensar en cuántas empresas aparentemente sólidas colapsaron durante la pandemia porque no tenían el colchón financiero para soportar unos meses de ingresos reducidos. En EU, sectores como el restaurantero tenían en promedio de 15 días de gastos fijos en caja cuando cayo pandemia.


A nivel de países, la fragilidad se evidencia cuando sus economías son demasiado dependientes de un solo sector (como el petróleo), cuando acumulan deudas externas insostenibles, o cuando carecen de instituciones sólidas para gestionar crisis. (Me dueles México) Muchos países han experimentado ciclos de auge y colapso precisamente por estas razones. De la manera en que se habla de la actividad económica durante periodos recesivos parecería que un solo mes sin crecimiento es suficiente para desestabilizar la economía de un país. Este tipo de vulnerabilidad es precisamente lo que define la fragilidad financiera a nivel macro.


La fragilidad financiera personal tiene varias causas recurrentes…


El endeudamiento excesivo es quizás la más obvia. Cuando una gran parte de nuestros ingresos se destina al pago de deudas, especialmente aquellas con altas tasas de interés, nuestra capacidad para responder a emergencias o aprovechar oportunidades se ve limitada. Las deudas de consumo, como las tarjetas de crédito, son particularmente peligrosas porque generalmente financian activos que se deprecian rápidamente o experiencias momentáneas, dejándonos con el pasivo pero sin un activo que lo respalde.


La falta de ahorro es otra fuente fundamental de fragilidad. Sin un fondo de emergencia, incluso gastos imprevistos menores pueden convertirse en crisis mayores, obligándonos a recurrir a deudas caras o a vender activos en condiciones desfavorables. El ahorro no solo nos protege contra eventualidades negativas, sino que también nos da la libertad de tomar decisiones basadas en oportunidades, no en necesidades urgentes.


La dependencia de una única fuente de ingresos representa otra vulnerabilidad. Cuando todos nuestros recursos provienen de un solo empleo o negocio, estamos ompletamente expuestos si esa fuente se interrumpe. La diversificación de ingresos, ya sea a través de otros trabajos, inversiones pasivas o emprendimientos laterales, puede darnos una red de seguridad.


Finalmente, la falta de seguros adecuados deja a muchas personas vulnerables ante eventos inesperados. Un seguro de salud insuficiente puede convertir una enfermedad seria en una catástrofe financiera, mientras que la ausencia de un seguro de vida puede dejar a una familia en situación precaria tras la pérdida del principal generador de ingresos.


Diversificación vs. concentración


La disyuntiva entre diversificación y concentración es necesaria en cualquier discusión sobre fragilidad financiera. Como he mencionado en análisis anteriores, mi conclusión personal sobre esta pregunta es clara: "Si el resultado depende de tu trabajo y de tu tiempo, enfócate y sé el mejor en esa cosa, no te distraigas. Pero si no depende de tu esfuerzo ni tu tiempo, diversifica y haz coberturas en tu portafolio."


La diversificación actúa como un amortiguador contra la fragilidad. Al distribuir nuestros activos, inversiones y fuentes de ingresos en diferentes categorías no correlacionadas, creamos un sistema que puede absorber golpes en un área sin colapsar por completo. Pensemos en un portafolio que incluye acciones de distintos sectores, bonos de diferentes emisores, bienes raíces en varias ubicaciones, y quizás algo de oro. Cuando un sector sufre, los otros pueden mantenerse estables o incluso prosperar, suavizando el impacto general.


La concentración, por otro lado, puede amplificar tanto las ganancias como las pérdidas. Poner todos nuestros recursos en una sola inversión es arriesgarse a una fragilidad extrema: si esa inversión falla, perdemos todo. Como señaló Warren Buffett, "la diversificación es una protección contra la ignorancia. Tiene poco sentido si sabes lo que estás haciendo."


La virtud está en encontrar el equilibrio adecuado para tu situación. Para la mayoría de nosotros, cierto grado de diversificación es prudente para mitigar la ragilidad, pero esto no significa dispersar nuestros recursos tan ampliamente que diluyamos nuestras posibilidades de éxito. Como dice el viejo dicho: "No pongas todos tus huevos en una canasta, pero vigila esas canastas muy de cerca."


Uno de los aspectos menos discutidos de la fragilidad financiera es su dimensión intergeneracional: ¿Cómo las decisiones financieras de una generación pueden crear o resolver vulnerabilidades para las siguientes?


Conoces la frase: "Abuelo pobre, padre millonario, nieto miserable." Esta expresión captura cómo la riqueza, si no se gestiona adecuadamente, puede crear un ciclo de fragilidad intergeneracional. La primera generación, que construye el patrimonio desde cero, suele entender el valor del dinero y la importancia de la prudencia financiera. La segunda generación observa el trabajo duro de sus padres y, aunque quizás no lo experimenta directamente, aún mantiene algunos de esos valores. Pero la tercera generación, criada en la abundancia y sin una conexión directa con el esfuerzo que la generó, muchas veces carece de las habilidades y mentalidad necesarias para preservar ese patrimonio.


Esta transferencia no solo afecta a la riqueza, sino también a los riesgos. Padres que asumen deudas excesivas pueden legar a sus hijos una carga financiera en lugar de un patrimonio. Gobiernos que financian beneficios actuales con deuda pública están efectivamente transfiriendo el costo a generaciones futuras que no tuvieron voz en esas decisiones.


Por otro lado, las familias que establecen estructuras patrimoniales robustas, que incluyen no solo la transferencia de activos sino también de conocimientos financieros y valores, pueden crear dinastías que resisten el paso del tiempo. Programas como trusts familiares, fondos educativos y negocios familiares bien gobernados actuan como mecanismos para reducir la fragilidad intergeneracional.


La educación financiera (aunque cliche) es quizás la herramienta más poderosa para combatir esta fragilidad. Enseñar a las generaciones más jóvenes no solo a administrar el dinero, sino a entender los principios fundamentales de la creación y preservación de valor y riqueza, puede romper el ciclo de riqueza en tres generaciones. Dice un proverbio Chino que: "La riqueza no pasa de tres generaciones", pero con la educación adecuada, este ciclo puede romperse.


La fragilidad financiera es muy común, pero no es un destino inevitable. Mediante el reconocimiento de nuestras vulnerabilidades, la construcción de sistemas robustos de ahorro y diversificación, y la transmisión no solo de activos sino de conocimientos a las generaciones futuras, podemos cultivar una resiliencia que resista los inevitables choques económicos que sin duda el futuro nos deparará.


Y tú, ¿Qué pasos estás tomando para construir una posición más robusta para ti y para las generaciones que te seguirán?


Diego Alcalá,

Director Operativo en Comprando América

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